La bulldog

No estoy contenta con mi diseño. No sé de quién fue la idea de hacerme tan desproporcionada. De crearme unas patas tan fuertes y sin embargo tan cortas que me impiden correr ligero. Me agoto rápido —las diminutas fosas nasales de mi enorme cabeza no admiten el aire que necesito para poder llenar mi descomunal pecho—. En verano no quiero salir hasta que bajan las temperaturas. Además, por culpa de la también robusta morfología de mi compañero, no podemos aparearnos. Me preñarán artificialmente, y tras una gestación complicada, daré a luz un único espécimen, posiblemente y gracias a una cesárea.  

Dedicado a Lola, la Bulldog que me ha chivado cada palabra de este relato y que yo corroboro cada vez que la veo salir de paseo.

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