Decidimos llevar a nuestras madres al monasterio de La Santa Espina. Querían conocer el sitio donde dicen se hallaba una de las espinas que Jesucristo portó en su corona el día de su Pasión y Muerte. También visitaríamos un mesón donde servían las sopas de ajo, los empiñonados y huesos de santo más exquisitos de Valladolid. Llamé para reservar mesa. Al otro lado una voz dispuesta apuntaba los comensales: Mi suegra, que iba en silla de ruedas. Mi madre sorda de un oído, mi pareja y yo.
Tras la visita, y mientras mi marido aparcaba el coche, me acerqué al mesón para inspeccionar el lugar. El joven que me atendió estaba detrás de la barra, miró una nota y me observó detenidamente. Después me indicó que le acompañara al sitio que nos habían reservado…
—Aquí su hija y su yerno. Usted enfrente de ellos. Y a su lado su consuegra, que como ve tiene más espacio… me espetó sin tacto el imberbe y cegato empleado en un tono de lo más elevado.
Y este ha sido el último relato que participó en el LEMCA, un concurso con el que yo he disfrutado mucho, especialmente porque me ha dado la oportunidad de descubrir cosas de nuestra geografía y de mi propia comunidad. No puedo por menos que agradecerle a Jams, Juan Morán, el inventor de esta aventura, por su paciencia y su buen hacer, pero sobre todo por esa imaginación sin límites que le hace tan especial y tan querido por todos los que le conocemos y visitamos su casa… «ESTA NOCHE TE CUENTO»;
Jo, la de excursiones que hice yo allí, con el colegio y con la familia.
Imberbes y cegatos por desgracia hay en todas partes lo que no quita las ganas de decirles cuatro cosas y, a veces, cinco.
Un abrazo, salud y feliz Año, Rosy 💕
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La verdad es que es un entorno precioso. Muchas gracias Margarita, yo también a este año le he pedido salud y suerte para ti, en estos tiempos creo que las necesitamos todos.
Un brazo grande, grande, como dos pinares…
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