Cuando aquella mañana vio a su padre levantarla en volandas, meterla en el contenedor de los castigos y cerrar la tapa, se la imaginó muerta de miedo, acurrucada, con la cabecita escondida entre sus rodillas esperando a que terminara su castigo y no iba a consentirlo. Él y su hermano mayor nunca lo superaron, sabía que su hermanita tampoco.
Fue fácil rodarlo hasta allí. Luego esperaron a que el agua anegara sus gritos y llegara hasta el fondo. Una cadena y un candado le impidieron salir. La llave, nadie supo jamás, en el fondo de qué mar se pudría.
Imagen prestada de la red
Perdona, te puedo leer desde otro sitio que no sea el correo electrónico? Es q no suelo abrirlo y he intentando ver si tienes página en Facebook o Instagram y no me aparece. Gracias , saludos
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Hola, Toñi, no entiendo muy bien lo que me preguntas, ya que para meterte en mi blog no es necesario hacerlo a través del correo…
Un saludo y muchas gracias por leerme.
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