Cuidado con los tréboles de cuatro hojas, el mismo día que Tamara cumplía doce años se encontró con uno y les arrebataron el hogar en el que había nacido y sido tan feliz. No entendía por qué. Demasiado joven para comprender las tropelías y desatinos de los mayores. Aún así, antes de abandonarlo, como si una vieja hechicera la hubiera poseído, echó una maldición…
«¡Que el que venga a vivir aquí nunca sea feliz».
Hoy, cinco años más tarde, su casa es un prostíbulo de explotación de mujeres y solo son felices quienes la visitan.
Microrrelato presentado a ENTCerrados. Si clicas en la página verás las bases del concurso…
Muy bueno Rosy. Y es que creer en los tréboles es muy supersticioso!!
Besicos muchos.
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GRACIAS, Nani. Siempre es un placer verte por aquí.
Un besote
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