La peinan y maquillan, si bien, ella no necesita acicalarse. Se mira en el espejo y un miedo desconocido tizna su vestido inmaculado. Tampoco le atacan los típicos nervios del momento, pero está confusa y aunque se lo hayan explicado cien veces, sigue sin entender esta parafernalia. En cambio, sí recuerda las mil que le han martilleado, que tiene que caminar derecha, lentamente y por el pasillo central.
Según se acerca al hombre, un océano de escarcha le recorre desde sus bucles hasta sus zapatos blancos. A un lado del pasillo están sus padres, que con mirada suplicante le reiteran, que en nada aprenderá a quererlo. Al otro lado, ajenas a sus silentes lágrimas, dos amigas suyas le dicen por lo bajini, que si después se apunta a jugar a las muñecas.
Fotografía: Stephanie Sinclair – Yemen, julio 26 2010
Tahani, de 8 años, con su esposo Majed, de 27 años, y su compañera de clase Ghada, de 8 años, y su esposo afuera de su casa en Hajjad, Yemen.
Doloso artículo Rosy, muy doloroso y habitual por desgracia. Encantada de volver a leerte.
Besicos muchos.
Que existan estas atrocidades, y otras muchas, y no podamos pararlas…
Muchas gracias, Nani, encantada yo de tenerte en mi casa.
Un beso enorme