Corrí como una bala porque acababa de recordar que había dejado en la sartén, dorándose, unos ajos. El humo empezaba a salir por el pasillo y me impedía ver con claridad cuando entré en la cocina. Rápidamente retiré del fuego la sartén al mismo tiempo que le gritaba a mi marido…
-¡Por dios, estabas aquí!, ¿Por qué no lo retiraste del fuego?
Con aire triunfante me contestó:
– ¡Si he abierto la ventana!, he visto el humo… pero…
¡qué sé yo lo que estabas cocinando!
La sartén, los achicharrados ajos y yo, atónita, descubrimos que efectivamente…
¡había abierto la ventana!
ajjaajajjajajajajaajjjaja!!!! h o m b r e s…!!!!
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jajajajajajajajaja
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